Juan Camilo Amaya Santos- El mercado ha delegado al Estado una tarea: como encomendero del Rey Capital, ejerce hegemonía sobre los tributantes que siempre ha rechazado en su metrópoli. Campesinos, indígenas, pescadores, afrodescendientes, méndigos, brujas. Lo popular. La indiamenta.
No endeudarse, no gastar, no brindar protección social, sujetarse a la distribución justa del mercado. El Estado de confianza, como lo llamaba Kalecki, es aquella herramienta de extorsiones que tiene el mercado para disuadir al Estado de lo que no le gusta. En la economía política burguesa, las señales divinas del mercado son las trompetas del apocalipsis que anuncian la crisis económica.
El CARF -Comité Autónomo de la Regla Fiscal- ha advertido que el gobierno incumplió la regla fiscal de forma indirecta ocultando gastos. Fitch Ratings mantuvo la calificación de la deuda colombiana en BB+, pero ahora con perspectiva negativa. El FMI anunció que la Línea de Crédito Flexible a la que Colombia tiene acceso desde el 2007 entraría en revisión. Y siguiendo la línea, los gremios, como representantes de los más ricos del país, amenazan con dejar de invertir.
Todo se justifica en la crisis fiscal del país. Todas las señales van encaminadas al apocalipsis, o a su nombre más tecnócrata, el Sudden stop. Así lo denominó el argentino Guillermo Calvo: paradas súbitas de la inversión extranjera en el país y fuga inmediata de capitales. Calvo fue discípulo de Carlos Díaz-Alejandro, un cubano radicado en Estados Unidos que participaría en la Kissinger Comission: ese grupo de expertos que, en 1983, legitimaron las acciones militaristas estadounidenses en busca de restringir la presencia soviética y cubana en el istmo, tras la Revolución Sandinista.
Sería Carlos Díaz-Alejandro quien pusiera al argentino en contacto con su otro discípulo en Yale: José Antonio Ocampo, varias veces ministro de Hacienda, quien llamaría a Díaz-Alejandro su “mentor intelectual”. Calvo y Ocampo coincidirían luego en la Universidad de Columbia, donde han ido desarrollando una escuela de tecnócratas latinoamericanos que se han separado de la austeridad clásica neoliberal hacia una nueva austeridad: la de la paranoia cambiaria.
Su posición es que el Estado puede y necesita gastar, pero no puede hacerlo mucho, menos si está endeudado. Al ser nuestras economías latinoamericanas dependientes de la relación comercial con otros países (principalmente con Estados Unidos), debemos cuidar que el inversor extranjero quiera permanecer en el país. Si el Estado gastase mucho, si se endeudara más allá de un límite (regla fiscal), está vulnerable a un Sudden Stop. De manera que la mejor forma de cuidar la economía es mantener un gasto y una deuda responsable.
Esta escuela tecnócrata ha venido estableciéndose en los Andes, la Javeriana y la Sergio Arboleda. Por su parte, entre otros académicos, Jonathan Malagón, ministro de Vivienda de Duque y hoy presidente de Asobancaria, ha consolidado una vertiente profesoral con estás ideas en la Universidad Nacional, a la que quieren convertir en un generador de tecnócratas con marca de origen Universidad Pública.
Los logros de esta nueva tecnocracia son loables. En el 2010, Juan Carlos Echeverry como ministro de Hacienda, presentó el proyecto de ley que constituiría en 2011 la Regla Fiscal. La Regla no fue más que un saludo a la bandera, pues la deuda creció de 35,7% del PIB en 2011 a 64,4% en 2021. Ese año, después de que Duque adquiriera la deuda con el FMI en 2020, la cual pagó en su totalidad el gobierno de Petro, se reforzaría la CARF y se constituiría en lo que es ahora: un bastión crítico del excesivo gasto del gobierno, a cargo de Juan Sebastián Betancur, también legado de Columbia. Esta regla sólo se la han aplicado a Petro.
Ahora la supuesta crisis ahorca las finanzas públicas. Cada anuncio de su llegada es una razón más para que la deuda encarezca: las trompetas del apocalipsis no lo anuncian, le llaman y a veces hasta parece que suplicaran por este. Crisis fiscal, tituló Ocampo a su columna de marzo. “Pronto vendrá la crisis”, dice Mauricio Cárdenas. Crisis fiscal para dummies, tituló la suya Echeverry. Los riesgos de una crisis económica no son de ignorar. El Rey Capital no es ajeno a las disputas políticas dentro del Estado y también sabe que cuando a este se le escapa el poder, es deber del encomendero cederle su soberanía.
Así, la historia vuelve a recordarnos a la República de Weimar, el gobierno de Allende, el tercer peronismo, entre otros. Artificiosas crisis económicas e inducida inestabilidad política durante gobiernos desobedientes pero democráticos y populares, ante los que el mercado se alzó en alarma con el más talentoso de sus encomenderos: el fascismo.