ORD_ Colombia no está condenada a vivir bajo las reglas que otros escribieron para unos pocos. El pueblo que hoy sufre el hambre, el desempleo, la exclusión y la violencia no está atado de manos. Tiene poder, y ese poder se llama soberanía popular. Lo ejerció en 1990 con la Séptima Papeleta, y lo puede volver a ejercer en 2026 con la Octava Papeleta, una Asamblea Nacional Constituyente que escriba por fin una Constitución pensada desde el pueblo, y no desde las aligarquias

Hoy la Constitución de 1991 que nació de un momento esperanzador ya no alcanza. Ha sido remendada más de 45 veces por el Congreso, muchas veces para quitarle sus principios de justicia y participación. La han usado para proteger los privilegios de unos pocos y para negar reformas como la laboral, la pensional, la de salud o la reforma agraria que el pueblo necesita con urgencia.

Ante ese bloqueo del poder tradicional, el presidente Petro propuso abrir las puertas a una Asamblea Constituyente. Muchos de los mismos que gobernaron durante 200 años saltaron a decir que eso era “ilegal”. Pero no lo es. La Constitución misma dice cómo puede hacerse. Y más aún: la historia ya lo hizo una vez, y fue gracias al pueblo movilizado.

¿Cómo se convoca una Asamblea Constituyente? Existen dos caminos legales:

1. Por el Congreso:
Se aprueba una ley que convoque a una Asamblea Constituyente y luego se somete a votación popular. Para que sea válida, debe votar al menos un tercio del censo electoral.

2. Por el pueblo:
Se organiza un comité ciudadano, se recolectan firmas (el 5% del censo electoral, más de 2 millones), y se presenta ante la Registraduría. Una vez verificado el apoyo, el Congreso tiene que tramitar la ley. Si no lo hace, el pueblo puede seguir movilizado hasta que se imponga la voluntad mayoritaria.

En ambos casos, el pueblo tiene la última palabra.

¿Por qué necesitamos una nueva Constitución?

Porque la actual ya no refleja el país que somos ni el que queremos ser. Porque no se puede construir justicia social con una Constitución amarrada por los intereses de las oligarquía, de banqueros, politiqueros y gamonales. Porque no es posible hablar de paz total si la guerra se protege desde los escritorios del poder. Una nueva Constitución puede garantizar: El derecho real a una salud, pensión, trabajo digno. La paz como mandato constitucional, no como promesa política. La redistribución justa de la tierra. La protección de la vida de líderes sociales y ambientalistas. La soberanía alimentaria y energética. La participación directa del pueblo en las decisiones. El desmonte de los poderes mafiosos y corruptos.Tierra para los campesinos, indígenas y afrodescendientes. Derechos laborales para los pequeños transportadores y para el personal de la salud. La educación como derecho fundamental

De la Séptima a la Octava: el pueblo manda

En 1990 no fue el Congreso quien pidió una nueva Constitución. Fueron los estudiantes, los jóvenes, los líderes populares. La Séptima Papeleta fue un grito que no se podía ignorar. Y aunque era “ilegal” en ese momento, el pueblo la hizo valer. La Corte Suprema tuvo que reconocer que el poder constituyente primario está por encima de cualquier formalismo legal.

Hoy, tenemos más herramientas, más consciencia y más necesidad. La Octava Papeleta puede ser mucho más que un símbolo: puede ser la vía democrática, pacífica y soberana para que el pueblo decida su destino.

No esperemos que el Congreso cambie lo que no le conviene cambiar

Ya vimos todo lo que pasó con la reforma laboral, la salud, la pensional y reforma tributaria: la hundieron en silencio, burlándose de millones de trabajadores. ¿Qué nos hace pensar que cambiarán el rumbo por voluntad propia? Lo único que mueve a los poderosos es la presión popular organizada, movilizada y decidida.

Por eso la Asamblea Constituyente debe salir del corazón del pueblo. Desde los barrios, las veredas, las fábricas, los sindicatos, las universidades, los cabildos indígenas, los colectivos de mujeres, las juventudes. Porque los de abajo también tenemos derecho a escribir nuestro futuro.

¿Qué debemos hacer desde ya?

Informarnos: Conocer el procedimiento para convocar la Asamblea. Organizarnos: Crear comités populares por la Octava Papeleta. Recoger firmas: Para que el proyecto sea del pueblo, no solo del gobierno. Movilizarnos: Para exigir al Congreso que no bloquee la voluntad popular. Votar en 2026: Para elegir no solo nuevos gobernantes, sino una nueva Constitución. El poder constituyente no lo tienen los corruptos. Lo tiene el pueblo. La Constitución del 91 fue escrita en tiempos difíciles, con esperanza, pero también con muchas exclusiones. Hoy, con memoria, con dolor y con dignidad, podemos escribir una nueva. No para borrar la historia, sino para hacer justicia con ella. Colombia no necesita más reformas aplazadas. Necesita refundarse desde el pueblo. Que el 2026 no sea un año más de elecciones, sino el año en que el pueblo recuperó su derecho a soñar y a decidir.

Que la Octava Papeleta no sea solo una idea. Que sea el grito constituyente de un país que se levanta. ¡El poder constituyente vive en el pueblo!