EDITORIAL UP_ El tenso debate entre el presidente colombiano Gustavo Petro y su homólogo francés Emmanuel Macron en Sevilla trascendió el ámbito ideológico. Mientras el mandatario colombiano denunciaba las prácticas neocoloniales del capitalismo occidental, su contraparte francesa defendía con vehemencia la política exterior de su país, que presenta dos facetas claras: su relación con el mundo en general y su particular influencia en las naciones africanas.

El imperialismo francés, anclado en su pasado colonial, continúa explotando los recursos de países africanos en situación de vulnerabilidad. Este intercambio no solo puso en evidencia la profunda brecha entre el Norte Global y el Sur Global, sino que coincidió con un momento histórico crucial: el acelerado declive de la influencia francesa en África y el surgimiento de alternativas representadas por los BRICS como nuevo polo de poder mundial.

El deterioro de la presencia francesa en el continente africano resulta evidente. Para enero de 2025, Costa de Marfil se había convertido en el sexto país africano en expulsar tropas francesas, siguiendo los pasos de Malí, Burkina Faso, Níger, Chad y Senegal. Este fenómeno responde al rechazo generalizado hacia lo que muchos africanos perciben como un sistema neocolonial, materializado en instrumentos como el franco CFA, una moneda controlada por Francia que obliga a catorce países africanos a depositar sus reservas en el Banco Central francés. Aunque Macron ha intentado implementar reformas superficiales, la estructura de dominación económica permanece inalterada.

En este contexto de retirada francesa, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) emergen como una alternativa tangible. Este bloque no solo ofrece al continente africano nuevas alianzas comerciales y de inversión, sino que promueve un modelo de relaciones internacionales basado en el respeto a la soberanía y la cooperación Sur-Sur. Rusia ha establecido acuerdos militares estratégicos con países del Sahel; China despliega su capacidad en proyectos de infraestructura; mientras que India y Brasil fortalecen vínculos comerciales. Colectivamente, los BRICS representan el 42% de la población mundial y el 24% del PIB global, cifras que continúan en ascenso.

La reciente ampliación del bloque, que en 2024 incorporó a Egipto, Etiopía, Irán y Arabia Saudita, marca un hito significativo. Los BRICS impulsan ahora mecanismos innovadores como el Nuevo Banco de Desarrollo y sistemas de pagos alternativos al dólar, ofreciendo a África y América Latina herramientas para disminuir su dependencia histórica de Europa y Estados Unidos. El envío por parte de Rusia de 200.000 toneladas de grano a África en 2024 como ayuda humanitaria contrasta marcadamente con décadas de condicionalidad francesa, demostrando que son posibles modelos alternativos de relaciones económicas.

El debate entre Petro y Macron resultó sintomático de esta transición histórica. Mientras Francia persiste en mantener un sistema neocolonial anacrónico, los BRICS construyen los cimientos para un comercio global más equitativo, donde las decisiones ya no se concentran exclusivamente en París, Washington o Bruselas. África encuentra en este bloque emergente socios que no llegan con ejércitos de ocupación ni monedas coloniales, sino con inversiones, transferencia tecnológica y relaciones basadas en la igualdad.

Los acontecimientos actuales en África presagian una reconfiguración global irreversible. El franco CFA y las bases militares francesas pertenecen al siglo XX; el futuro se escribe en la creciente integración Sur-Sur que promueven los BRICS. Mientras líderes como Petro impulsan esta nueva arquitectura internacional, figuras como Macron se aferran a un orden en decadencia. La historia ya ha tomado partido: el centro de gravedad del poder económico y político se desplaza de manera irreversible hacia configuraciones multipolares más equilibradas y justas.

3/7/25