Hernán Camacho_ En Colombia, donde la desigualdad golpea con crudeza a los más vulnerables, la lentitud deliberada de algunos funcionarios puede ser una forma de violencia institucional. Jorge Enrique Ibáñez Najar, magistrado de la Corte Constitucional, parece encarnar esta realidad.

A pesar de que el Congreso de la República aprobó en sesiones extras la Reforma Pensional —una iniciativa crucial para aliviar la pobreza de 2.5 millones de adultos mayores—, Ibáñez, encargado de avalar su constitucionalidad, mantiene en el limbo una medida que podría significar la diferencia entre comer o pasar hambre para cientos de miles de colombianos.

Ibáñez se presenta como un jurista riguroso, apegado a las formas y a la tradición legal. Pero en un país como Colombia, donde el hambre no espera, el excesivo celo por los procedimientos puede convertirse en una herramienta de obstrucción. Mientras él revisa con meticulosidad cada coma de la reforma, mientras cada mes recibe un salario de congresista, es decir mas de 50 millones de pesos, millones de ancianos —muchos de ellos sin ingresos, sin familiares que los apoyen y sin acceso a servicios básicos— siguen esperando el bono prometido por el gobierno de Gustavo Petro, y que está trabado en el despacho de Ibañez.

No es la primera vez que Ibáñez actúa como un dique a los avances sociales. Su trayectoria está marcada por decisiones que, bajo el argumento del «rigor jurídico», terminan protegiendo intereses establecidos. Aunque su fallo contra Odebrecht fue celebrado, no surgió de un compromiso con la justicia social, sino de una aplicación estricta —y hasta fría— de la ley. Mientras tanto, su ambigüedad frente a derechos como el matrimonio igualitario o la eutanasia revela una visión conservadora que solo acepta los cambios cuando ya son irreversibles.

Ahora, con la Reforma Pensional, su dilación parece responder más a una resistencia ideológica que a un análisis jurídico imparcial. Si realmente creyera en el espíritu social de la Constitución, entendería que los derechos no pueden esperar eternamente en los escritorios de los magistrados.