Por Omar Romero _ En el ajedrez del poder mundial, Estados Unidos sigue actuando como si el calendario se hubiese detenido en el siglo pasado. Persiste en la idea de que América Latina es su “patio trasero”, un espacio donde puede dictar órdenes, imponer condiciones y forzar decisiones sin importar la voluntad de sus pueblos.
Hoy, esa visión imperialista encuentra un eco en figuras como Donald Trump, que, desde la sombra, aplauden y empujan medidas para frenar el avance de la independencia latinoamericana. La estrategia es clara: evitar que nuestras naciones avancen hacia modelos de desarrollo propios, hacia alianzas fuera del control de Washington, y hacia una soberanía que rompa los grilletes históricos del Fondo Monetario Internacional y del intervencionismo militar.
Sin embargo, la coyuntura actual muestra un quiebre. Desde la presidencia de la CELAC, Gustavo Petro ha expresado con claridad que Colombia seguirá abriendo las puertas a los BRICS, apostando por una integración con potencias emergentes y fortaleciendo acuerdos estratégicos con Venezuela, incluyendo su vinculación a la Ruta de la Seda. Esto no es un gesto aislado: es una declaración política de independencia frente al viejo orden mundial.
La respuesta a las amenazas de intervención militar disfrazadas de “lucha contra el narcotráfico” es categórica: ninguna operación armada podrá ejecutarse en nuestra tierra sin la aprobación de las naciones hermanas. Lo contrario será considerado una agresión directa contra Latinoamérica y el Caribe, un acto contrario a los principios de soberanía y a los tratados internacionales que rigen la convivencia pacífica entre Estados.
Colombia y Venezuela no son enemigos, como durante años intentaron hacernos creer las narrativas mediáticas y las políticas divisionistas. Somos el mismo pueblo, la misma bandera, la misma historia que Bolívar unió bajo la consigna de “¡Libertad o muerte!”. Simón Bolívar advirtió: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad.” José Martí nos recordó: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.” Hoy, esas palabras no son piezas de museo, sino instrucciones vivas para resistir el intervencionismo y construir una verdadera independencia.
Como comandante de las Fuerzas Armadas de Colombia y presidente de la CELAC, transmito públicamente mi orden: cualquier acción militar no autorizada por los países hermanos será repelida con la fuerza de nuestra dignidad y la unidad continental.
Este no es un tiempo para la sumisión, sino para la defensa activa de nuestra libertad. La historia nos mira, y nuestros hijos merecen una América Latina sin cadenas. Fidel Castro lo resumió con una certeza que hoy nos guía: “¡Patria o Muerte, Venceremos!” A quienes desde fuera pretenden dictar nuestro destino, les decimos: América Latina no se arrodilla, se levanta. Y cuando se levanta, ningún imperio la detiene.
agosto 11 de 2025