Prensa UP_ El pulso por el salario mínimo del año 2026 para los trabajadores y trabajadoras de Colombia volvió a mostrar la fractura entre quienes producen la riqueza y quienes la administran desde los gremios empresariales. Mientras las centrales obreras empujan un ajuste del 16 %, los gremios calculan que 7,21 % es suficiente para cerrar el año sin “sobresaltos macroeconómicos”. Sobre el papel son dos cifras; en la realidad, dos maneras opuestas de leer el país.
En las cifras oficiales, Colombia muestra un rebote económico que no se veía desde antes de la pandemia: crecimiento del PIB por encima del 3 %, inflación contenida en 5,3 % y desempleo alrededor del 8,2 %. Pero esa recuperación convive con otro dato: bancos, empresas de alimentos, transporte y combustibles reportan utilidades históricas, incluso duplicando las del año pasado. Esa contradicción mueve a los sindicatos a recordar que “dato mata relato”: la bonanza existe, pero no se siente en la mesa de los trabajadores.
El Comando Nacional Unitario llegó a la mesa con algo más que una cifra: propuso cambios estructurales como indexar pensiones al ritmo del mínimo, bajar agresivamente las tasas del Banco de la República y controlar precios de servicios públicos, combustibles y arriendos. Su argumento es directo: sin controles, cualquier aumento se evapora en la primera semana del mes.
Entre las dos orillas se mueve el Gobierno, que ha defendido sus aumentos reales del salario mínimo como pilar de la recuperación. Tras tres años de incrementos históricos y un mercado laboral que mejora frente al pospandemia, el Ejecutivo llega con aire de triunfo técnico, aunque, si no hay acuerdo, la última palabra la tendrá el presidente Gustavo Petro.
La discusión no es solo económica: es política, social y ética. ¿Quién se queda con los frutos del crecimiento? ¿Las empresas que acumulan ganancias extraordinarias o los trabajadores que sostienen la producción? La negociación termina siendo un termómetro del país real, ese donde la macroeconomía sonríe mientras millones aún esperan que la recuperación toque la puerta de sus hogares.