El ciclo del agua es el proceso natural mediante el cual el agua circula a través de la Tierra y la atmósfera, moviéndose de los océanos, ríos y lagos hacia el aire y de vuelta a la tierra a través de la precipitación o lluvias.

Es un ciclo continuo que mantiene la vida en nuestro planeta, permitiendo que el agua pase por etapas de evaporación, condensación, precipitación y filtración en los suelos, recargando acuíferos y cuerpos de agua. El calentamiento del sol a las ríos, lagos lagunas, océanos y cuerpos  de agua se crean riso voladores que viajan a buscar lo mas alto de las montañas, encontrándose con Paramos y otros ecosistemas naturales.

Sin embargo, este ciclo está siendo severamente afectado por dos grandes problemas: el cambio climático y la mala planificación urbana. Ambos factores están alterando el balance de este proceso natural, poniendo en riesgo la disponibilidad de agua potable para millones de personas en todo el mundo, incluidas nuestras ciudades.

El impacto del cambio climático

El cambio climático está alterando los patrones de lluvia y aumentando las temperaturas globales. Esto significa que en algunas regiones llueve más de lo habitual, lo que provoca inundaciones, mientras que en otras las sequías son cada vez más prolongadas. Este desequilibrio hace que las reservas de agua que dependen de ríos y embalses se reduzcan en tiempos de sequía y que se pierda agua en grandes cantidades durante lluvias torrenciales. Además, el deshielo de los glaciares y la reducción de la capa de nieve en montañas, fuentes clave de agua dulce, están disminuyendo las reservas a largo plazo.

Las ciudades no están preparadas para lidiar con estos fenómenos. Muchas dependen de infraestructuras antiguas y centralizadas que no tienen la flexibilidad ni la capacidad para adaptarse a un clima cambiante. Por ello, fenómenos extremos como racionamientos de agua y grandes inundaciones son cada vez más comunes.

Ciudades mal planificadas voracidad capitalista

Uno de los mayores errores ha sido el crecimiento desmedido de las ciudades sin considerar su relación con el agua. En lugar de diseñar los espacios urbanos para captar y reutilizar el agua lluvia, se ha priorizado la construcción de viviendas, edificios y carreteras sobre las fuentes naturales. Esto no solo disminuye la capacidad de las ciudades para abastecerse, sino que también destruye humedales, ríos y acuíferos que son vitales para el equilibrio del ciclo del agua.

Además, el desperdicio del agua es otro de los grandes problemas. En vez de aprovechar el agua de lluvia para usos no potables como la irrigación de parques o la limpieza de calles, en muchas ciudades se permite que se pierda, aumentando la presión sobre los acueductos y las fuentes naturales. Esto resulta en la construcción descontrolada que acaba con ríos, humedales y zonas de recarga hídrica, vitales para mantener el flujo natural del agua.

La necesidad de un cambio

Si no se toman acciones ahora, las ciudades seguirán enfrentando una crisis hídrica cada vez más profunda. Es necesario adoptar un enfoque más sostenible y circular en la gestión del agua. Esto implica reimaginar nuestras ciudades para que capten y reutilicen el agua de forma eficiente, protegiendo las fuentes naturales que son esenciales para el ciclo del agua. No podemos permitir que el crecimiento urbano siga destruyendo los ecosistemas que nos proveen de agua y poniendo en riesgo el futuro de millones de personas.

El ciclo del agua es un proceso vital, pero está siendo quebrantado por la falta de conciencia y acción. Es urgente que repensemos la manera en que tratamos este recurso y las ciudades que construimos, para asegurar la sostenibilidad de nuestras fuentes de agua para las generaciones futuras.