Por: Hernán Camacho
En los últimos días, Colombia fue escenario de un paro patronal protagonizado por el gremio de las tractomulas, que protestaba por la eliminación del subsidio al ACPM, un beneficio que había sido instaurado bajo el gobierno del expresidente Iván Duque para estabilizar los precios del combustible y favorecer a un sector del transporte pesado. Sin embargo, este subsidio se convirtió en una pesada carga fiscal que ahogaba tanto al país como al bolsillo de todos los colombianos. Hoy, el presidente Gustavo Petro ha logrado lo que parecía impensable: enfrentar el paro, mantener el orden, y salir victorioso.
Comparado con otros paros recientes en la historia del país, el éxito de este gobierno se mide no solo por la resolución de las demandas económicas, sino por la manera en que se manejó la protesta. Durante cuatro días de manifestaciones, bloqueos y tensión, no se registró un solo muerto. En paros anteriores, los manifestantes volvían a sus casas con heridas graves, mutilaciones o, en el peor de los casos, no volvían nunca. En este caso, la administración de Petro garantizó el derecho a la protesta sin recurrir a la violencia desmedida, mostrando que es posible un manejo civilizado y responsable de las movilizaciones sociales, incluso cuando estas son lideradas por grandes sectores empresariales.
Petro no solo ganó en términos de orden público, sino también en términos de negociación. A diferencia de gobiernos anteriores, que en muchas ocasiones se cerraban al diálogo o solo atendían las demandas de los grandes empresarios, Petro escuchó a todos los actores del gremio camionero, especialmente a los pequeños transportadores, que suelen quedar relegados en las decisiones políticas. Lograron importantes garantías, como la regulación de las condiciones laborales para los conductores, muchas veces explotados por las grandes empresas dueñas de las tractomulas que bloquearon al país.
El gobierno también salió airoso en términos financieros. Con un aumento moderado de 800 pesos al galón de diésel, Petro no solo salvó las finanzas públicas, sino que diseñó una fórmula que permitirá cubrir la deuda fiscal que había dejado el mal manejo de Duque al crear el fondo de estabilización del precio de los combustibles. Este fondo, que favorecía desproporcionadamente a los patrocinadores del Centro Democrático a costa de los impuestos de todos los colombianos, era insostenible. La eliminación del subsidio y el ajuste al precio del combustible es una medida responsable que permite aliviar una carga que se estimaba en 1 billón de pesos mensuales.
Además, Petro salió vencedor porque mostró una clara capacidad de liderazgo junto a su equipo de gobierno, en especial con el ministro de Hacienda y los ministros encargados de negociar directamente con los transportadores. Estos ministros supieron escuchar, proponer soluciones, y llegar a acuerdos sin que el país tuviera que pagar el costo en vidas humanas o en su estabilidad financiera.
Ecopetrol también se benefició de esta decisión. Al eliminar el subsidio, ahora podrá competir en igualdad de condiciones con otros actores del mercado sin arrastrar un pasivo de un billón de pesos mensuales por el subsidio al combustible. Esto fortalece a la empresa y, por ende, mejora las finanzas públicas a largo plazo.
Finalmente, el país ganó. Los colombianos vieron en su presidente a un líder capaz de garantizar el derecho a la protesta, incluso cuando proviene de sectores empresariales, y que no pone en riesgo las finanzas públicas por el chantaje de unos pocos. Además, Petro demostró ser responsable ante los acreedores internacionales, quienes observan el manejo de la deuda como un indicador clave de confianza en el país.
En conclusión, Petro ganó el pulso con el paro patronal, no solo por su capacidad para resolver las demandas del gremio camionero, sino porque lo hizo de manera responsable, manteniendo el orden y protegiendo la estabilidad económica del país. Gana Colombia, que ve en su presidente a un líder que sabe gobernar con firmeza, pero también con justicia y visión de futuro.