Por: René Ayala B.

Ferney Tafur ha vivido la estigmatización y la guerra desde que tiene uso memoria. Con 27 años, la edad que la ley establece quién es joven en Colombia, es un muchacho con sueños y proyectos. Sin embargo, apenas pudo terminar su bachillerato, trabaja desde niño acompañando a su abuelo en El surco, porque a sus padres se los llevó la guerra como a tantos en el sur del Tolima de donde es oriundo. Es joven para la ley, pero un hombre hecho a la fuerza y la crudeza de la realidad en este territorio, como tantos olvidados, agrestes y violentos, pero habitados de trayectorias vitales que se arraigan y gritan que existen.

Enclavada en el cañón de las hermosas, entre la bruma, como surgiendo de los abismos y peñascos, allí está su vereda: El Davis. Aquí nació en el seno de una familia que se refugió en esta región desde los años sesenta y sobrevivido al desplazamiento, la agresión terrateniente, los bombardeos del Ejército, la satanización porque su tierra fue marcada, como la piel del ganado, con el hierro candente, como “zona roja”, “refugio de comunistas”, “guerrilleros”.

“Mis abuelos llegaron de Villarrica, en el norte del Tolima, aquí a Rioblanco salvaguardando la vida. Con sus animales y cachivaches a la espalda, huyeron de la guerra impuesta por Rojas Pinilla, que traicionó los acuerdos de paz, como siempre”, así relata Ferney su origen, con algo de nostalgia, pero con el orgullo de quien ha tenido que defender siempre su derecho a tener un pedazo de tierra. “Llegaron a la finca de don Gerardo Loaiza, guiados por Isauro Yosa, un líder guerrillero comunista que le decían Lister, en honor a un republicano español”, nos cuenta.

Ferney sorprende por su fuerza narrativa, su precisión histórica y su emocionalidad. “Así inició El Davis, donde las familias refugiadas fueron protegidas por la guerrilla liberal y los comunistas, que luego se dividieron en limpios y comunes, pero eso es otra historia, pero siempre la guerra, aquí bombardearon con Napalm en el 64 y nacieron las FARC como respuesta a la violencia”.

“La firma del acuerdo de paz trajo la esperanza de que llegara la prosperidad a nuestra región, muchos de aquí perdimos familiares, amigos, pero nos quedamos para defender la tierra que con esfuerzo nuestros papás pelearon. Somos campesinos, hemos resistido con dignidad frente a los actores armados, que de nuevo quieren volver a sembrar de miedo el sur del Tolima”, afirma Ferney que, en medio de la zozobra, mantiene la esperanza de que su región se transforme, que los campesinos puedan tener los títulos de la tierra y que la guerra sea una amarga pero lejana historia.

“La juventud en el campo sueña con irse porque aquí no hay sino pobreza y tristeza, pero algunos hemos decidido quedarnos, defender lo que somos, nuestras raíces. Con el acuerdo de paz, acudimos a las actividades de los PDET (Programas de Desarrollo con Énfasis Territorial), hicimos cursos de cuanta vaina, hasta impulsamos proyectos de comunicación de juventud rural, pero el gobierno anterior mamó gallo con eso, no hubo continuidad, nos dejaron engrampados”.

El ascenso del nuevo gobierno se convirtió en una luz en medio de las tinieblas del letargo que supuso el incumplimiento de acuerdos y el retorno de dinámicas de violencia a la región. “Aquí votamos por Petro porque siempre hemos querido el cambio, hoy vemos que hay un esfuerzo por impulsar la reforma agraria, transformar el territorio empoderando al campesino para que los jóvenes se queden y no se vayan a las ciudades a ser humillados y atrapados en la pobreza, eso queremos, eso esperamos y, por eso, luchamos”, expresa Ferney.

El Ministerio de Agricultura ha impulsado escenarios de encuentro de la juventud rural realizando dos actividades, en Duitama, Boyacá, y Pasto, Nariño, denominados Encuentros regionales de juventudes rurales y campesinas por la reforma agraria. Estos espacios han convocado a jóvenes del nororiente y suroccidente colombiano y se constituyen en una iniciativa que reconoce el papel de la juventud rural como protagonista central de la política pública de profundización de la reforma agraria.

“En los encuentros hemos tenido jóvenes de pueblos originarios, de comunidades campesinas y afro, así como jóvenes que han sido parte de procesos de víctimas del conflicto armado, mujeres cabeza de familia, jóvenes de Zonas de Reserva Campesina y Espacios territoriales de capacitación y reincorporación. Este diálogo es importante porque podremos llegar con insumos propios de juventudes al acuerdo nacional de la reforma agraria”, resaltó Karen Muñoz, integrante del equipo de juventudes rurales del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.

“Nosotros esperamos que se pueda realizar el encuentro de la región centro, donde el gran Tolima y sus experiencias puedan encontrarse y trazar unas líneas de acción de la juventud de este territorio, que mucha gente desconoce sus luchas y su resistencia frente a los terratenientes, esos que expulsaron a nuestros abuelos y condenaron a la guerra a toda esta población”, cuenta Ferney.

Ferney Tafur está enterado de las acciones del Gobierno, pues su vida en la labranza y el cuidado de su pequeña hija, no le quitan la “goma” por estar al tanto de lo que publican los medios alternativos que conoció en su proceso de formación de reportería rural.

“Veo Señal Colombia. Allí hay un pelao de Rioblanco, asumiendo un papel muy importante como periodista joven, él estuvo en los talleres con nosotros, me da alegría saber que este Gobierno incluye a los jóvenes de las regiones que siempre estuvieron olvidadas, eso es el cambio, el que soñamos y por el que nuestros viejos pelearon”.

La juventud rural es el futuro del campo; es la fuerza, el nervio y la sangre de la reforma agraria. Que sigan promoviéndose espacios para que confluyan, cuenten y compartan su historia de vida y su esperanza cargada de futuro.